viernes, 13 de octubre de 2017

El asunto de las tripas



No, no es que me duela la barriga, que a veces me duele y mucho, sobre todo porque vivo comiendo porquerías en grandes cantidades. Las cosas más ricas son justo las que no le hacen bien a mi barriga, como la pizza barbacoa o las papas fritas con huevos fritos o los alfajores de maizena o el chocolate negro. ¿Por qué el arroz blanco no hace mal a ningún sector de mis tripas? De ese seguro que puedo comer tres toneladas sin consecuencias; ahora resulta que me como un cuarto kilo de chocolate y pum. La vida no es justa, que se sepa.
Igual no era de esto de lo que quería hablar. Era de las tripas, sí, pero de las otras. No, no es que tenga doble juego de tripas. O sí. En realidad no lo sé. ¿Un ser humano podría tener doble juego de tripas? Yo conocí una vez a una chica que tenía doble todo. Doble stock de útero, ovarios y tal. Podría hacer contrabando, le dije, de órganos. Se reía ella.
Pero bueno, es de las otras tripas de las que quiero decir cosas. O más bien del aviso de esas otras tripas. ¿No les pasó nunca que ante alguna situación sus tripas les hablaron? Bueno, entiéndanme, no es que tengan boquita, cuerdas vocales, cerebro y las otras herramientas para producir un sonido que forme palabras, que a su vez formen frases y que a su vez sean lógicas. Aunque conozco mamíferos que tienen todo eso y sin embargo no pueden emitir un juicio medianamente razonable ni que los amenaces con inyecciones de ébola. En realidad no sé si el ébola se puede inocular con una inyección, pero para el caso es lo mismo ébola que tuberculosis, el punto es que no te sacan un razonamiento lógico ni en pedo.
Como pueden ver me estoy yendo por las ramas todo el tiempo. Y es que en realidad no sé bien qué decir al respecto, sólo que mis tripas me están hablando, pero yo no entiendo lo que dicen. Creo que hablan otro idioma. El punto es que hablan y yo no les entiendo nada, pero puedo adivinarlas teniendo en cuenta que llevan conmigo algo así como treinta y siete años. Creo que hablan de miedos. De esos miedos que hacen que una salga corriendo lo más rápido posible, esos miedos que medio nos obligan a subirnos al primer avión, tren o bicicleta que encontremos, esos que hacen que envidiemos profundamente al correcaminos por muy hijo de puta que fuera. Creo que hablan de eso mis tripas, pero lo cierto es que no estoy segura. ¿Y si en realidad no son mis tripas y sí una cobardía importante? Eso sería un problema, porque si la que habla es mi cobardía la cosa cambia. Y cambia radicalmente.
A mí me parece que la cobardía se está haciendo pasar por mis tripas porque le conviene que yo crea que son las tripas. Sería una especie de ventrílocua de mis tripas. Las manejaría así como una marioneta con hilitos mientras hace los sonidos que correspondan sin mover un solo músculo.
Le sale para el culo, déjenme decirles, porque sigo sin entender nada. Por ahí es que no terminó el curso de ventrílocua. No sería raro, no lo terminó por cobarde, porque ¿y si lo termina y resulta que tiene que hacerse cargo de algo? Entonces como no lo terminó no sabe hablar con la boca cerrada y le salen esos sonidos que no entiendo y que traduzco como miedo.
Salir corriendo es algo que se me da muy bien, la verdad sea dicha. Tengo un máster en los cien metros lisos. Diploma de honor, medalla de excelencia. Pero no está bueno, me parece.
También tengo un máster en quedarme a destiempo. Ahí también diploma de honor, medalla de excelencia. Y es que en realidad lo costoso no es correr o quedarse a destiempo, sino quedarse a tiempo o retirarse a tiempo. Creo que ya había hablado de esto alguna vez.
Como de todo, ¿vieron que hablo mucho, no? Saturo el espacio audible, ya lo sé. Igual conozco gente que habla más que yo, y eso es decir bastante. Cuando esa gente y yo nos cruzamos por la vida se arma una pelea para ver quién habla primero. A veces hablamos a la vez y nadie escucha. Con el tiempo hemos aprendido a sostener el silencio para que el otro se explaye tranquilo, pero no fue fácil ni barato.
Ahí vamos otra vez. Los costos. ¿Cuáles serían los costos de salir corriendo? No se saben. Es lo peor de todo, porque si una supiera los costos, arma una planilla de excel, suma, resta, balancea y listo. Si da rojo, a la mierda, si da azul, ahí vamos.
La cosa, después de muchas vueltas, es que parece que las tripas o la cobardía o algún ente interior me está hablando, pero no entiendo una mierda lo que dice porque habla un idioma que no manejo. 
¿Será el idioma de las emociones?
Creo que tengo el Síndrome de Sheldon Cooper.

lunes, 6 de febrero de 2012

Irreconciliables

Supe que nunca llegaríamos a nada el día en el que tú me contaste que para ti la soledad era un amplificador de sentimientos y que todo lo magnificaba y yo no podía más que pensar: "anda, como la casa de Gran Hermano".

martes, 31 de enero de 2012

Disculpa la franqueza

Crees que eso tan maravilloso que un día tuviste es inmortal e imperecedero y que con un poco de buena voluntad y propiciando el ambiente apropiado podrás recuperarlo. Lo siento. No te agarres a la diferencia entre mayormente muerto y muerto en su totalidad. Hay cosas en las que ni el Milagroso Max puede ayudarte.

lunes, 30 de enero de 2012

Oído al pasar

Regresa su sección favorita de este su blog de confianza, con la frase más acertada y apropiada escuchada en los últimos tiempos y que, como todas las demás usadas bajo esta etiqueta, no sólo puede, sino que debe extrapolarse y usarse a conveniencia.

"O entras o sales, pero no te quedes ahí en medio, que no dejas pasar a nadie más".

Más claro, agua.