viernes, 9 de julio de 2010

El dibujante insomne

Mi alter ego virtual, ese que le come terreno a pasos agigantados al real, me ha dado muchas satisfacciones en los últimos tiempos. Una, que tiene serias dificultades en el cara a cara, todo hay que decirlo, no puede más que levantar la vista y cruzar los dedos para no verse sin conexión nunca jamás en la vida, pues corro el riesgo de desintegrarme física e intelectualmente. Y miren que yo viví mucho tiempo sin internet, y sobrevivía feliz sin necesidad de conexión constante. ¿Se acuerdan de esos tiempos? ¿Se acuerdan de cuando hablábamos sentados delante de cañas o cafés, en lugar de delante del monitor? ¿De cuando ejercitábamos las neuronas hasta sacarles todo su potencial para recordar algún dato? ¿Se acuerdan de cuando nos apuntábamos a todas las actividades gratis posibles para “conocer gente interesante”? ¿Se acuerdan? Sí, claro que se acuerdan. Era una mierda. Ahora, la gente interesante viene a ti como un regalo, como el descubrimiento de la vacuna contra la frustración, contra la incomprensión y contra el hartazgo social, todo en uno.
Créanme si les digo que muchos y valiosos son los descubrimientos que ha hecho mi yo virtual. Siéntase aludido cada uno de ustedes, aunque hoy vaya a hablarles sólo de uno, porque compartir es vivir, y quiero, exijo, al más puro estilo Esperanza Aguirre, que lo conozcan, que se acerquen a su obra, que intenten meterse en su cabeza y que disfruten.
Detrás de lE tORDU se esconde un ser, no sé si humano, con un trabajo de los de verdad, uno serio, como el que nuestras madres querrían para nuestros maridos. Un tipo normal. Pero lE tORDU, el superhéroe, en cuanto cambia el maletín por las armas de pintar se convierte en otra cosa. Se convierte en nuestra conciencia, un ser con una visión del mundo y de la sociedad tan real, tan certera, que asusta. Un tipo que da la impresión de saber algo que los demás nos negamos a ver, por cobardes, por miedicas, y que nos lo escupe a la cara, no con el resquemor y la amargura de quien siente que todo está perdido, sino con la esperanza y la convicción de que todavía se puede, si nos dejan.
Aunque a primera vista pueda parecerlo, lE tORDU no es sombrío, no tiende a la desesperación. Es un inconformista, un exigente, un destructor de estereotipos con una mirada incendiaria, y sus obras son el arma contra la persistencia de la estupidez. El ridículo y la parodia, siempre presente en sus dibujos son más que un centelleante juego de intelectual. Son la única forma de lucidez frente a la realidad desnuda de disfraces que nos ocultan su condición satírica. Sus viñetas, muy próximas al chiste, como medio de alcanzar la comunión con el espectador, abren una cruel insición en nuestro mundo gris de lealtades y creencias, lo desbarata y le otorga una comicidad donde la risa no siempre está invitada.
lE tORDU inaugura exposición este sábado a eso de las ocho de la tarde en el café Siete, en La Laguna. Yo aprovecharé para invitarlo a un buen vino y para darle un abrazo. A ver si se me pega algo.